Días después del golpe de Estado de 1973, la dictadura civil-militar informó a la prensa que se había descubierto la existencia de un denominado Plan Z, el cual revelaba que la izquierda planeaba un golpe de Estado para conquistar el poder total e imponer la “dictadura del proletariado”.
Según publicaba La Tercera el 22 de septiembre de 1973, el plan contemplaba “el asesinato de 20 personas de altas esferas, 20 de sectores medios y 20 de base, para de esta forma desatar la guerra civil en Chile”.
Más detalles entregados por La Tercera indicarían que en la acción participaría contingente cubano y miembros del Grupo de Amigos Personales del ex Presidente, y que para su ejecución se contaba con 150 hombres, 131 fusiles, cinco ametralladoras, tres cañones de 57 milímetros, 7 camiones, una ambulancia y 12 autos entre otros elementos de acción.
Un libro difundido el 30 de octubre de ese año, titulado como Libro Blanco del Cambio de Gobierno en Chile, reforzaba esta idea e incluía detalles del supuesto Plan Z. En los meses venideros, personas fueron torturadas y algunas asesinadas para que confesaran su involucramiento en el plan.
¿Qué pasó realmente?
El Plan Z nunca existió, y su difusión apuntaba a instalar la idea de un enemigo interno para así justificar el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
Según estableció la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura (Comisión Valech) “el Plan Z destacaba entre los alarmantes hallazgos consignados en el Libro blanco del cambio de gobierno en Chile, obra redactada para suscitar apoyo emocional al golpe militar y sus consecuencias, ilustrada con fotos del “armamento de guerra pesado y liviano encontrado por las fuerzas militares y de orden en los arsenales de la Unidad Popular (UP)”.
Este libro, cuyas revelaciones nunca han podido ser validadas empíricamente, presentaba al golpe militar como la oportuna y justa reacción al supuesto e inminente autogolpe de la UP.
Para la Comisión, el Plan Z “habría definido genéricamente las víctimas en la mira de la izquierda abocada a la conquista del poder total por medio de la fuerza, y que evidencia, por parte de los militares y de sus colaboradores civiles, la pretensión de disculpar las medidas represivas, así presentadas como actos de legítima defensa”.
Estos esfuerzos de propaganda de la dictadura civil-militar contaron con el apoyo de los medios de comunicación partidarios, que amplificaban la versión oficial de los hechos, y buscaron crear un clima de opinión favorable a la aplicación de acciones punitivas.